
En Aragón somos pocos y hablamos castellano. Bueno, se hablan más lenguas pero la de Cervantes es común para todos los aragoneses. Cumplimos con las obligaciones presupuestarias para disminuir el déficit, somos poco dados a grandes dispendios, no alborotamos excesivamente y no utilizamos “español” como descalificación. Pero parece ser que no es suficiente.
El gobierno central nos premia con una disminución mayor que la media nacional en la partida dedicada a inversiones para 2013. Huesca y Teruel están en el furgón de cola de las provincias españolas en esta materia. Seguramente, si aplican la inversión por habitante, a poco que pongan, siempre saldrán cantidades elevadas dada la despoblación de ambos territorios aragoneses. Pero la ordenación territorial busca organizar el espacio para que todos podamos vivir con dignidad en nuestra tierra.
Reabrir el ferrocarril internacional de Canfranc, acabar con los planes de regadíos o culminar unas autovías que mejoran el enlace Mediterráneo Cantábrico al norte del Ebro, por lo visto, deben ser asuntos de poca envergadura que no merecen la atención del gobierno de Madrid. Mientras escribía estas líneas surge otra respuesta de traca. Ahora resulta que desdoblar la N-II entre Zaragoza y Fraga es competencia desleal con las autopistas. ¿Y el tramo que hace tiempo es autovía? Luego, que la gente se queja.
Miedo a la marcha de Cataluña
Cataluña tiene su sitio en mi idea de España. Es el contrapeso al centralismo madrileño. Su análisis crítico beneficia a territorios como el aragonés que solamente con su tradición histórica no tendría suficiente para superar la fuerza del centro (geográfico). Si finalmente sus habitantes decidieran dejar esta nación, sería algo a respetar si se realiza de forma racional y dialogada. Pero me preocupa la simple posibilidad de que Cataluña dejara de ser España. Espero que se solucione con una medida intermedia que no lleve al extremo de colocar límites donde creo que no los hay.
En Huesca, media provincia vive social y económicamente en torno a Cataluña. La carretera que sube de Lérida al valle de Arán circula alternadamente por ambas provincias. Bastantes oscenses dependen de Cataluña para su atención sanitaria, educativa o de protección civil por cuestiones de cercanía geográfica, pero también de relación construida a lo largo de los tiempos.
El sector agro-ganadero en Huesca y Lérida no entiende de límites administrativos en buena parte del territorio. No se pueden poner fronteras a la voluntad de las personas. Un ejemplo gráfico de que no hay límites, sino transición, es la lengua. El castellano y el catalán no se unen en el límite administrativo de las dos provincias. Hay toda una transición desde formas castellanas y aragonesas en el territorio hasta llegar al catalán que se habla en Cataluña.
No hace falta aludir a tiempos pasados, porque lo que nos jugamos es el futuro. Reconozco que nadie debe formar parte de una nación si no lo desea, pero entre la unidad y la ruptura total hay muchas fórmulas para lograr una convivencia satisfactoria. Supongo que si Cataluña tomara esta iniciativa, el País Vasco iría detrás.
Mi deseo de la permanencia catalana en el conjunto del país tiene un origen bastante egoísta. Sin este contrapunto, España pasaría a ser finalmente la Castilla que siempre quiso ser, anulando cualquier desviación de la ortodoxia madrileña para evitar que se repitiera el abandono de un territorio. La unificación que se intentó tantas veces sin éxito a lo largo de nuestra historia tendría ahora la ventaja de no contar con los alumnos más díscolos de la clase. Sería más fácil. Da miedo pensar en la marcha de Cataluña, aunque la Europa de los mercados tendría una solución para solventar cualquier problema y seguir dominando el territorio ibérico.
Esto de las dos Españas que se ha venido manejando desde hace tiempo tiene, entiendo, una lectura diferente en estos momentos. Las dos Españas, ahora, son Madrid y el resto. Me parece.