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Huesca y el agua

Embalse de Montearagón

El agua es un asunto muy importante en cualquier comunidad humana. Sin agua no hay vida posible, según se afirma en la Carta del Agua de Estrasburgo. En Huesca ni abundó y los oscenses, desde el primer momento, se afanaron en aprovecharla al máximo. Sigue siendo escasa, pero jay obras realizadas que mejoran mucho nuestras posibilidades de consumo. No obstante, es probable que los oscenses no seamos conscientes de nuestras limitaciones con el líquido elemento. Recogo aqui un trabajo que publiqué en prensa hace unos años, por si le sirve de interés a alguien de cara a que se conciencie con el asunto.


El agua nunca ha sido un recurso abundante en Huesca. Los primeros oscenses acudieron a los ríos más próximos, recogieron agua de lluvia y del subsuelo en aljibes

Fuente del Ibón. 1900-1902. Foto Luis Escolá. Fototeca Diputación de Huesca

Una excavación llevada a cabo en torno a los años 2000 y 2001 en solares del Coso Alto y Joaquín Costa permitió localizar restos de una acequia “ubicada en el foso ibérico de la ciudad”. Dejó de usarse en el siglo II después de Cristo y “sus características parecen definir una acequia posiblemente de uso mixto para riego y abastecimiento de agua”. Su origen, según publicaron Rey, Serreta y Cuchí en la revista Bolskan (nº 17), podría estar en el Isuela.

La Osca romana tenía “una planificación minuciosa del suministro de agua a la ciudad”, explica Nieves Justa en su libro “Huesca: más de dos mil años”. Se instalaron depósitos públicos desde los que se distribuía el agua a través de canales o tuberías. Estos depósitos “debieron recoger el agua de lluvia, pero también la capa freática que aún ahora aflora en estas cotas”. Los había particulares, más pequeños. Hallazgos de este tipo, tanto de época romana como de culturas posteriores has épocas contemporáneas, han sido habituales en las excavaciones llevadas a cabo en el casco antiguo de la ciudad.

Durán Gudial recoge la “carrera de las Fuentes de la judería” en su libro “La Judería de Huesca” y una “fonte coorpeta” en la Colección Diplomática de la Catedral de Huesca. Ricardo del Arco, en “Las Calles de Huesca”, afirma que la fuente de San Martín se llamó “fuente de los moros” hasta el siglo XVI.

Cuando acababa esta centuria, había cuatro fuentes públicas, explican Severino Pallaruelo y Carlos Blázquez en “Maestros del Agua”: de San Miguel, junto al puente del mismo nombre; de San Martín, junto al portal y puente así llamados; del Ibón, en la salida de Huesca hacia Zaragoza y la del Ángel, en Barrio Nuevo. A finales del siglo XVIII, Huesca mantenía estas cuatro fuentes “de aguas buenas y saludables a sus cuatro ángulos”, relata Pedro Blecua en su “Descripción Topográfica de la ciudad de Huesca y todo su partido”.

Un siglo más tarde, la Guía de Huesca, de Serafín Casas, mencionaba las fuentes del Ibón y del Ángel, así como dos pozos, “únicos manantiales que surtían la población”. En ese momento, 1886, Casas explica que acababa de realizarse la traída de aguas de San Julián. Esto supuso, también, la instalación de distintas fuentes en la ciudad. Eran ornamentales, como las de las plazas de Zaragoza y la Seo, o “de vecindad”, como las de Santo Domingo, Lanuza, Urreas, San Victorián, Coso Alto, San Pedro y Lizana.

De estos pozos, uno estaba en la entrada de la Iglesia de la Compañía y el otro en la plaza de Santo Domingo, indica Antonio Naval en “Construcciones para la Historia del Somontano en el Alto Aragón”. El primero de ellos podría corresponder a una primitiva fuente romana.

En 1884, el contratista Isidro Plou propuso el abastecimiento de agua a Huesca desde el manantial de Fuenmayor, en San Julián de Banzo. Este fue el primer gran abastecimiento para la ciudad. Supuso un salto cualitativo porque permitía la instalación de las citadas fuentes distribuidas por la ciudad, la llegada del agua corriente a los domicilios o el establecimiento de baños y lavadero públicos.

Luis López Allué escribió para su revista teatral “Huesca por dentro” esta estrofa: “Si traen las aguas de San Julián, Huesca, señores, será la mar”. La referencia la incluye Gregorio Gota en sus “Notas Oscenses”. Fuentes y pozos pasaron a segundo plano, afirmaba este escritor.

A finales del siglo XIX, la regulación del Flumen era un proyecto provincial. Tras el fracaso de Belsué, esta reclamación pasó a segundo plano y sigue pendiente
Obras en la presa de Belsué. Foto Legado Montaner. Fototeca Diputación de Huesca



La reivindicación del agua para Huesca y su entorno figuraba en todas las delegaciones altoaragonesas que acudían a Madrid para entrevistarse con altos cargos de los gobiernos de la Restauración. A finales del siglo XIX, se argumentaba la regulación del río Flumen junto al ferrocarril internacional de Canfranc o una solución definitiva para el Canal de Aragón y Cataluña, junto a otras cuestiones de tipo general para beneficio de toda la población de la provincia.

La regulación del Flumen, planteada en ese momento en los embalses de Belsué y Salto de Roldán, fue tramitada y, finalmente, realizadas las obras en el primero de los proyectos. Se preveía un canal por la margen derecha del río que discurriría por el norte de la ciudad, transformando en regadíos grandes superficies de secano. Fue imposible. El vaso resultó permeable y la presa no sirvió para lo que había sido construida. 

A finales del siglo XIX en la comarca oscense, “menos de un 5 por ciento de los propietarios poseía más tierra, y en la mayoría de las ocasiones de mejor calidad, que algo más del 75 por ciento de los agricultores”, según indica Carmen Frías en el libro “Huesca, historia de una ciudad”. Esta concentración de la propiedad no ayudaba nada a lograr en el agua el desarrollo de la ciudad y su entorno.

El riego de la Hoya a través de un canal que tomara caudales del Gállego y transformara la plana oscense quedó como reivindicación en la segunda mitad del siglo XX que aparecía y desaparecía, disminuía en número de hectáreas conforme avanzaba el tiempo y al finalizar el siglo XX quedaba casi como bandera de un pequeño grupo de irreductibles defensores, como Montserrat Costa o los desaparecidos Jesús María Pérez Loriente y José María Serrate.

La estructura de la propiedad rústica presentaba un pequeño número de propietarios de grandes extensiones de cereal y un alto número de hortelanos con pequeñas propiedades. Las “autoridades” tampoco ayudaban mucho y estos grandes propietarios, bien relacionados con las “altas instancias” no apostaban por el regadío. Suponía un cambio excesivo en sus explotaciones agrícolas que, dada su extensión, garantizaban ingresos aunque el cultivo fuera cereal de secano.

Daniel Calasanz afirma, en su libro sobre las huertas desaparecidas de Huesca, que muchos oscenses soñaron una Huesca industrializada en la que la agricultura no tenía sitio. De hecho, los ensanches de la ciudad se realizaron por las huertas, en lugar de los secanos del norte. Pone este agricultor como ejemplo una situación vivida en la Comunidad de Regantes de Arguis. Se votaba una derrama para hacer frente a las obras del embalse de Manjarrés, que mejoraría las dotaciones de agua al tener más regulación. “¡No hubo acuerdo! –escribía Calasanz- ¿Y sabéis quiénes fueron los que no estuvieron de acuerdo? Pues los campos de cereales que iban a ser los más beneficiados”.


Regadíos y comunicaciones, elementos clave


La prensa oscense del siglo XIX se hacía eco de las demandas oscenses de agua y comunicaciones, así como de todas las gestiones en este sentido que se hacían ante la Administración. Entre ellas figuraba la regulación del Flumen para beneficio de Huesca y su comarca. Especialmente en las últimas décadas de la centuria.

El diario La Campana afirmaba en 1855 que “regadíos y comunicaciones” eran elementos clave para el desarrollo provincial.  El Alto Aragón hizo una gran campaña en 1864 y 1865 en defensa del Canal de Sobrarbe. En el diario oscense El Movimiento, publicado entre 1880 y 1882, figuró como acción destacada una campaña en pro del ferrocarril de Canfranc.

La Crónica, en parecidos años, publicada artículos de Joaquín Costa sobre el fomento de los riegos en el Alto Aragón e informaba detalladamente sobre los avatares de los proyectos de los canales de Sobrarbe y Tamarite. Antonio Torres Solanot, en Aragón, apostaba en 1887 por la regulación del Flumen. El Diario de Huesca se sumaría, desde 1875 a esta tradición de “reivindicación hidráulica” para la plana oscense.

Parecía que la solución iba a llegar con el embalse de Santa María de Belsué, pero el vaso resultó permeable y por esas rendijas se fueron las fuerzas oscenses para reclamar un abastecimiento suficiente para regar y beber. Aquello fue un duro golpe para la reclamación del agua en Huesca.

La reivindicación quedó en el marco local y ya no fue protagonista de ningún tipo de preferencia provincial. El agua era más urgente al sur de la comarca, en los Monegros. Pese a todo, periódicamente se hacía eco la prensa oscense de la necesidad de contar con un abastecimiento de agua que garantizara el futuro.
Huesca obtiene actualmente caudales para beber de las cuencas del Isuela, Flumen, Guatizalema y, desde hace unos años, del Cinca
Presa de Vadiello


En estos momentos, la ciudad tiene cuatro puntos de suministro de agua potable: Paulesas, San Julián de Banzo, embalse de Vadiello y Canal del Cinca. Hay una quinta posibilidad, que será el embalse de Montearagón, futuro regulador de caudales del río Flumen.

De esta fuentes, la básica en estos momentos es Vadiello, embalse que regula caudales del río Guatizalema. Esta pieza hidráulica, las garantías y calidad del agua del Cinca y la regulación de Montearagón deberían permitir a la ciudad de Huesca y su entorno afrontar con menos riesgo los periódicos episodios de sequía que se irán produciendo.

La captación de galería en Las Paulesas (Nueno) llega a Huesca a través de una tubería de casi trece kilómetros de longitud. Transporta el agua hasta el depósito regulador, 1.250 metros cúbicos de capacidad,  situado tras el Seminario.

La captación en manantial de San Julián de Banzo lleva el agua hasta la ciudad tras recorrer once kilómetros entre Fuenmayor y el depósito de Loporzano, de unos 6.000 metros cúbicos de capacidad, y más de siete y medio entre este depósito y la ciudad.

Desde el embalse de Vadiello se trae agua  a Huesca a través de un canal que tiene una longitud de unos 25 kilómetros. Hay un depósito antes de llegar a la ciudad con una capacidad de 7.000 metros cúbicos.

Entre las obras de mejora de la conducción de Vadiello a Huesca llevadas a cabo en la década de los 90 del siglo pasado, se incluye una balsa de regulación y reserva. Con una capacidad en torno a los 90.000 metros cúbicos, supone una garantía de agua para la ciudad de una semana. Está situada en la cima de la loma en cuya ladera está el depósito de Loporzano citado anteriormente

La última fuente de suministro que se incorporó al abastecimiento de agua a la ciudad fue la toma en el Canal del Cinca, en torno a Valdabra, embalse regulador de este Canal y situado en el municipio de Huesca. Dos bombeos y unas balsas de regulación permiten su incorporación a la red general. Este proceso de mejora de la red de abastecimiento incluía un depósito en la lomas de Cillas para almacenar el agua que se perdía por las noches si no era consumida en la ciudad.

De cara a un futuro más o menos cercano, hay una quinta fuente de abastecimiento. Se trata del embalse de Montearagón, que tiene previstas dos tomas de agua en la cota 540: una para riego y otra para abastecimiento de agua a la ciudad de Huesca. Almacenará aguas del río Flumen y se utilizará, también, para la consolidación del regadío del entorno de Huesca.

La capital y su entorno, una vez terminado este embalse, podrán aprovechar aguas de las cuencas del Isuela, Flumen, Guatizalema y Cinca, todo un complejo de “fontanería” que compensará la difícil situación orográfica de la Hoya, con las sierras exteriores derivando hacia oriente y occidente el agua de los ríos más importantes de la provincia.


¿Qué es el Canal del Cinca?


El Canal del Cinca es una arteria básica del Sistema de Riegos del Alto Aragón. Toma su nombre del río que le suministra los caudales. Tiene su origen en el embalse de El Grado. Transporta el agua hasta el Canal de Monegros en Tardienta, lo que supone unos 90 kilómetros de longitud. El embalse de Valdabra es una de sus piezas de regulación interna.

Este canal está dividido en tres tramos. Entre el segundo y el tercero se construyó el acueducto del Alcanadre, una obra de ingeniería puntera en su tiempo. Los segmentos del canal se fabricaban en un extremo del acueducto y luego se iban deslizando sobre los pilares hasta completar su longitud total.

Los caudales que transporta se utilizan para el abastecimiento de agua potable en 64 localidades –Barbastro y Grañén entre ellas-, el riego de 54.000 hectáreas de su zona dominada y el auxilio a los riegos del Canal de Monegros y el Canal del Flumen. Entre las superficies regadas se incluyen terrenos de Tabernas de Isuela y Buñales –término municipal de Huesca- dentro del sector XXXVII.

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