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Las Miguelas en julio de 1972 |
Hace años era tradicional oir al vendedor de la Once cantando aquello de «hay iguales para hoy… me quedan los de la suerte». No sé si es casualidad, pero yo había perdido ese sonido hace tiempo. Pero recientemente, en la Plaza de Navarra, un vendedor del famoso cupón gritaba en la esquina del Santander que había iguales para hoy, aunque no aludía a que le quedaran los mejores billetes.
Otro sonido que escuché hace unos días fue el del afilador. Era esa melodía de la pequeña flauta que identificaba a este profesional que iba casa por casa o calle por calle anunciando su trabajo, recuperando la capacidad de recuperar el corte de cuchillos y tijeras. Este no se había perdido del todo. Aquí, en cambio, el sonido era lo único tradicional. Se emitía por un altavoz en un coche que llevaba el afilador en cuestión. Hay que renovarse.
No sé si este regreso de sonidos antiguos supone un paso más en esa especie de marcha atrás que estamos padeciendo en servicios básicos, antes considerados intocables porque eran la base de nuestro bienestar. Me parece.