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Ramón J. Sender y el Turismo del Alto Aragón

Fotografía del Archivo Viñuales publicada en Diario del Altoaragón el 22 de febrero de 2015

Ramón J. Sender aparece sonriente, sentado al borde de un precipicio tajado por el río Vero, en Alquézar. Esta imagen forma parte de la colección fotográfica de Nicolás Viñuales. La memoria de este oscense aficionado a la fotografía se está recuperando poco a poco y esto permite, por ejemplo, recordar algunos textos que el escritor de Chalamera publicó en la prensa oscense de 1922. En ese momento Ramón J. Sender vivía en Huesca, tenía casi los mismos años que el siglo y trabajaba como redactor en La Tierra.

Aunque hay que reconocer que el Pirineo aragonés lo descubrieron los franceses como atractivo natural y turístico, las gentes de esta tierra pronto siguieron la estela de los vecinos galos. La prensa oscense recogía, en artículos redactados por periodistas o colaboradores, escritos sobre el patrimonio natural o artístico del Alto Aragón. En diarios como La Crónica de Huesca o La Crónica, el maestro Félix Sarrablo describía en 1892 y 1893 elementos de interés en poblaciones cercanas a Huesca como Loporzano y Velillas. Un año después, Joaquín Manuel de Moner llamaba la atención sobre el deterioro del núcleo medieval de Montañana en La Campana de Huesca. Son solamente algunos ejemplos.

Entrado ya el siglo XX, surgió en torno a un grupo de destacados ciudadanos una asociación denominada «Turismo del Alto Aragón». Y entre la nómina de excursionistas que recorrieron Alquézar, San Cosme y San Damián o Foces gracias a esta asociación, figuraba Ramón J. Sender. Luego plasmaría sus impresiones en reportajes publicado en La Tierra, sirviendo estos materiales para otros artículos durante su posterior estancia en la redacción de El Sol, en Madrid.

Eran «peregrinaciones artísticas» o visitas a «lugares de devoción», según titulaba luego en sus crónicas. Aunque «Turismo del Alto Aragón» llevaba varios años funcionando, estas excursiones tenían una condición de labor pionera porque ni las comunicaciones, el parque automovilístico o la capacidad económica de la sociedad eran como ahora. Se trataba, según indicó Sender, de «dos docenas de amigos del arte y del oxígeno».

El repaso a las personas con las que viajaba el redactor de La Tierra permite ver que acudían destacados aficionados a la fotografía como los hermanos Viñuales, Ildefonso Sanagustín, Feliciano Llanas o Vicente Cajal Lasala.

Cita, también, a Máximo Escuer y Rodolfo Albasini, presidente y secretario de Turismo del Alto Aragón; Marieta, Jesús y Carmelo Pérez, de familia de impresores, siendo Jesús Pintor y Carmelo periodista; José Cardús, que luego sería un gran divulgador de los pueblos de la provincia en la prensa de varias décadas, y un largo etcétera con apellidos destacados de la sociedad oscense como Pie, Nogués, Rin, Lalaguna, Bescós, Torrente o Carderera, entre otros.

Sender era entonces un «periodista todo terreno», según ha escrito su biógrafo Jesús Vived Mairal. En un medio pequeño, con poco personal, había que escribir de todo. En esto no ha cambiado la profesión tras casi cien años. Durante su estancia en Huesca como redactor jefe de La Tierra, añadía Vived, «apuntó detalles de la calidad que posteriormente mostró como periodista y escritor».
Fotografía del Archivo Viñuales publicada en Diario del Altoaragón el 22 de febrero de 2015

Ramón J. Sender escribió, una vez visitado Alquézar , que era villa «construida por poetas en lugar de arquitectos». Mientras caminaba hacia San Cosme y San Damián, echaba en falta huertos, trigales o «blancas casitas de nacimiento» que dieran una pincelada de vida a un paisaje muerto. «Por eso –añadía- es más misteriosa la monotonía de estas montañas y más acentuada la desolación de estas colinas dormidas eternamente bajo el sol».

Otro lugar de ensueño que llevó Sender a las páginas de La Tierra entre mayo y agosto de 1922, en dos artículos, fue la ermita de San Miguel de Foces. La expedición oscense llegó casi de noche, tras la visita a San Cosme y San Damián. Una vecina de Ibieca les guio hasta Foces. Les habló de gente armada que asaltó el convento que allí había en la Edad Media. Los monjes, en la iglesia, rezaban y sonaba un clavecín. Todos fueron asesinados. El último en caer fue el comendador, fray Juan de Mallén, quien, «atravesada la garganta por una estocada, caía de bruces sobre el teclado del clave». Al instante, «vibraron las cuerdas en un acorde arbitrario que resonó largo rato en la concavidad de las bóvedas».

Desde entonces,  “todos los años, la noche de San Juan, y próximamente a las dos de la madrugada, se oye el mismo sonido bronco y prolongado en la iglesia”. La señora de Ibieca, al concluir la narración, explicó que ella no lo había oído nunca, «pero su madre, ya vieja, recuerda con pavor haberlo comprobado varias veces».

Sender dejó Huesca y recorrió otros caminos. La prensa oscense continuó con mayor o menor presencia su trabajo por estas tierras, pero siempre ha existido un hueco para el redactor o el colaborador que describa las bellezas naturales o patrimoniales del Alto Aragón. 

Fotografía del Archivo Viñuales publicada en Diario del Altoaragón el 22 de febrero de 2015

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