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Alguier, queriendo o por casualidad, dejó este «bodegón» improvisado en el patio de una casa |
Torre Baró es una población deshabitada de la comarca de la Ribagorza. Se llega tomando un desvío señalizado en la carretera N-230, entre Viacamp y Puente de Montañana. La existencia de abastecimiento de energía eléctrica habla de un abandono de las viviendas posterior al de otras de localidades cercanas, centrado sobre todo en las décadas de los 50-60 del siglo pasado. El silencio, no obstante, es ahora el mismo en todas ellas.
Ya no sale humo del horno de pan donde se abastecían de un alimento básico los habitantes de esta aldea. Como tampoco gira el molino que sacaba el jugo de las olivas para obtener el aceite, otro alimento casi tan imprescindible como el pan. El tiempo se ha detenido en Torre Baró como en otros tantos lugares del norte de la provincia. Algunos aperos y útiles domésticos que permanecen entre sus paredes permitieron a algún visitante puntual componer improvisados bodegones de cerámica y metal. La aventadora no gira, las cestas de mimbre no se llenan de nada y tras las ventanas nadie mira la llegada de un turista accidental. Las zarzas, en lento e imparable trabajo ocupan progresivamente las casas tras hundirse los tejados que las protegían. Polvo, olvido y desolación ocultan cientos de años de recuerdos y vivencias.
En Torre Baró todavía permanece en pie su parroquial y el resto de viviendas mantienen un inestable desequilibrio -decir equilibrio sería demasiado- que permite pensar en un rápido amontonamiento de escombros. Aún así guarda alguna sorpresa.
En Torre Baró todavía permanece en pie su parroquial y el resto de viviendas mantienen un inestable desequilibrio -decir equilibrio sería demasiado- que permite pensar en un rápido amontonamiento de escombros. Aún así guarda alguna sorpresa.