El mundo de las pardinas ha protagonizado la actividad humana y su relación con la Naturaleza y la explotación económica a largo de varios siglos en el norte del Alto Aragón. Castillos, torres, pardinas, casas, masos… Restos de edificios y espacios de trabajo parecen confirmarlo. La pardina como lugar de residencia humana y base de la explotación agroganadera de su entorno han permanecido aquí hasta mediados del siglo pasado, aproximadamente.
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Valle de Nocito desde el camino a la pardina de Torre
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El paseo de hoy permite conocer dos de estos lugares, ahora arruinados, pero llenos de vida durante siglos hasta tiempos bien recientes. Son las pardinas de Bail y Torre.
A la primera de ellas se llega desde la carretera que enlaza la A-1604, en el valle del Guarga, con el valle de Nocito. Hay un camino, pero no lo vi. Descubrí la pardina al desviarme para ver el dolmen de Ibirque. Desde aquí se ve muy bien y sirve de referencia para llegar en pocos minutos, tras salvar un pequeño arroyo, que no es otra cosa que un recién nacido río Guatizalema.
Adolfo Castán, en «Huesca de la A a la Z», editado por Diario del Altoaragón en 1990, incluye una foto de la Pardina Bail, en la que todavía estaba en pie del tejado de la vivienda, del que sobresalía una chimenea que Castán define como «monumental» en el texto. Explica que «se cita en el siglo XVIII». Estaba habitada un siglo después y luego quedó sin población.
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Pardina de Bail |
Lucien Briet menciona esta pardina en su libro «Soberbios Pirineos» (1990). Habla del Guatizalema, que nace cerca de aquí. Relata que «este río desciende desde Collado Bail, paso que separa la Sierra de Ibirque de la Sierra de Used y su emergencia se halla cerca de una casa aislada, la Pardina de Bail». Estamos en el camino que comunica los valles de Nocito y Guarga.
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Nadie se asoma a la ventana cuando llega un visitante |
Queda con la cubierta un edificio de grandes dimensiones y acceso también muy amplio, con restos en su interior de servir como refugio para el ganado. Adosadas, se conservan las ruinas de la vivienda y, enfrente, restos de un edificio auxiliar. Como es habitual en toda la zona, destaca en el paisaje la mole de Guara, que es una referencia constante.
Hay que volver a la carretera y, antes de llegar a Nocito, se toma el desvío a San Úrbez y Bentué. Estos dos lugares pueden ser el inicio para ir caminando a la pardina de Torre, o Torre del Portillo. Adolfo Castán, en el libro citado, describe el conjunto de la pardina. Estaba formada por «vivienda, edificios de apoyo, herrería e iglesia, al pie de un olmo gigante, todo en ruina» e incluye una foto. Actualmente no queda en pie ni lo poco que retrató Castán hace unos años.
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La vegetación impide ver mejor los restos de la pardina de Torre |
No existía entonces la vegetación que hay ahora, que impide acercarse a las ruinas, más profundas que las de la imagen de ese libro. El olmo tampoco está. José Luis Acín Fanlo menciona «lo que resta de su herrería» al describir la pardina de Torre en «Paisajes con memoria. Viaje a los pueblos deshabitados del Alto Aragón» (1997). Hay que adivinar, más que observar, cómo pudo ser esta pardina. En cambio, el paisaje de la primavera satisface cualquier exigencia. Al tradicional atractivo de la orografía, se apuntan una explosión de colores en flores y plantas de diversos tamaños, o el canto de los pájaros, que no abandona al paseante en ningún momento de su recorrido.
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Desde la ermita de Torre se ve la cima de Guara |
La capilla mantiene tres de sus muros y ha perdido la cubierta, pero es el único edificio al que se puede entrar. En el dintel de su puerta luce la inscripción con una fecha. La verdad es que no sé si el 9 que allí figura es esa cifra, porque se parece mucho al 2, aunque no es idéntica. Así que apunto «AÑO DE 1892» sin total seguridad. Eso sí, la fecha está acompañado por un par de siluetas de árboles a los lados.
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