
Hace poco que ha amanecido. El tren se detiene en el apeadero de Riglos. Un solitario viajero desciende del coche y recorre el andén. Un instante antes de reanudar el viaje se puede dejar constancia del panorama en Riglos. Pasadas las 8,50 horas del 15 de octubre de 2017 esto es lo que ofrecían, como siempre, los espectaculares mallos. Desde el 1 de junio de 1893 regalan este mismo espectáculo, cada día, a las personas que viajan en tren hacia Canfranc.
