
Calasanz es una población de la comarca de La Litera. Monzón (A-22), Almunia de San Juan (A-1237) y Azanuy (A-2215) pueden ser las referencias para llegar hasta este rincón altoaragonés, situado cerca de Alins de Monte y Peralta de la Sal. Lo de la sal viene a cuento porque aquí, como en Peralta, hay salinas. Duermen el sueño de los justos tras varios siglos de actividad.
Sal y agua, dos elementos importantes en Calasanz. En su página web www.villadecalasanz.com hay un completo catálogo de rutas por el entorno de la población para poder disfrutar de su naturaleza e historia. Una de ellas gira en torno al agua. Entre sus elementos de interés figuran la fuente, el pozo de hielo y el salinar. Por ahí iremos.
Dejamos el coche al llegar al pueblo y tomamos un camino descendente, dejando el casco urbano a nuestra derecha. Una señal de madera (GR-23 y GR-18) nos orienta.
Poco después llegamos a la fuente. Queda a la izquierda del camino. Su pavimentación ha dejado parte de la obra bajo el suelo. Tiene las características de otras fuentes en lugares al pie de las sierras exteriores: un muro de piedra con un arco que enmarca la fuente y sus caños (que es lo que ya no se ve). Al lado, también de piedra, hay un abrevadero. La guía de esta ruta del agua indica que por aquí estaba, también, el lavadero.

Seguimos por el mismo camino, disfrutando del paisaje. Llegamos al pozo de hielo, tras ver la indicación de una señal de madera en un cruce. Está casi cubierto, destacando sobre el suelo su redonda coronación con un orificio para introducir el hielo. A media altura hay un acceso y una rampa descendente para llegar al fondo. Es de planta circular y todo de piedra.

Volvemos al paseo y tomamos el primer desvío a la derecha para llegar al salinar. Un sonoro concierto de ranas en la balsa que hay junto al camino recibe al visitante. En un panel informativo, al llegar, se indica que estas salinas «son conocidas ya en el siglo XIV», según se manifiesta en «un documento dirigido por Alfonso III a los representantes de la villa de Naval en el año 1332».

Con la llegada de los Borbones en el siglo XVIII las salinas aragonesas fueron incorporadas a la corona y la mayoría, como sucedió en Calasanz, quedaron cerradas. Se sabe, según el citado panel, quiénes eran los propietarios del salinar: 25 particulares, el Capítulo eclesiástico de Fonz y el Curato de Calasanz.
Pero no acabó aquí su actividad. Las salinas que han llegado a nuestros días «datan de la reconstrucción del año 1953». Cuando Aurelio Biarge publicó en Nueva España (9 julio 1972) un amplio reportaje sobre Calasanz, todavía funcionaban: «en la actualidad, la explotación de las canteras salinas está vigente», anotó este escritor.

Podemos completar el paseo por el barranco que discurre entre rocas al sur del salinar hasta un estrecho que impide seguir. Vegetación, el canto de los pájaros, el relieve… ayudan a pasar un buen momento disfrutando en este rincón altoaragonés menos conocido de lo que merece. Esta es una de las muchas posibilidades de pasear por Calasanz y su entorno. El almuerzo al sol, junto al arroyo, y el sonido alegre del agua completan la mañana.
