
Esta mañana, pasadas las nueve, el viento mecía un balón con aspecto de sandía, dando vueltas hacia un lado y otro de la plaza de San Antonio. Tras el esférico artilugio no iba ningún niño dispuesto a emular a Messi o una niña que quisiera ser Lucy Bronze de mayor (esta Lucy no es una super-heroína de cómic, sino la mejor futbolista europea de la pasada temporada). El balón estaba solo, tan solo, que su única compañía era un grupo de sombrillas plegadas. El día, con el cierzo y la baja temperatura, no estaba para veladores y sombras.
El balón solitario y el cierzo frío. Empieza el curso escolar y hay un primer ensayo otoñal. Todo en una misma mañana.