
Ir en tren con gente joven (estudiantes universitarios, trabajadores de menos de 30 años…) puede ser como ir en el coche del silencio. Esto me pasó hace poco volviendo de Madrid a Huesca un viernes por la tarde. Salvo alguna excepción que leía en papel, la mayor parte de los viajeros lo hacían en tabletas o el navegador del móvil en un silencio absoluto. Debía ir cada una por cuenta propia. Uno de ellos colocó sobre la mesa abatible un pequeño trípode para sujetar su móvil y ver una película. Eso, sí, con sus auriculares.
La joven que viajaba a mi lado solamente habló cuándo le pregunté qué buscaba al verla mirar por todas partes. «El enchufe para cargar el móvil», me dijo. Pareció contrariada cunado le comenté que debía ser un coche de los primeros del AVE porque no tenía. Silencio.
Había un matrimonio joven con una criatura de pocos meses, pero la bendita apenas se movió en todo el viaje. Un pequeño más inquieto porque ya andaba tríaa de lado a su madre coche arriba coche abajo, pero sin apenas decir ni pío. Impresionante.