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El nuevo aparcamiento

La excavación del nuevo aparcamiento subterráneo en la plaza de San Antonio tiene ya cierta envergadura. Se trata de concentrar el estacionamiento de vehículos del centro urbano en este lugar para peatonalizar las calles.

Esta apuesta municipal es elemento de comentario entre la sociedad oscense con conclusiones bien dispares. Hay quien vaticina un gran fracaso, como ha ocurrido con la ocupación de experiencias anteriores. Los hay optimistas –aunque parezca mentira en Huesca- que consideran adecuado el aparcamiento para aligerar el tráfico del entorno. Los hay, finalmente, que no dicen nada, a la espera de seguir en silencio si sale bien o decir “ya lo sabía yo” si el asunto no prospera.

Una imprenta de Huesca

“La Imprenta. Esbozos sobre su mecanismo de utilidad para los principiantes en el Arte”. Es el título de un pequeño libro de Mariano J. Castanera, editado en 1894 por la “Imprenta de la Viuda e hijos de Castanera”. Tiene 103 páginas, en cuarto, y es un pequeño manual para las personas que quieran conocer el mundo de la Imprenta: términos técnicos, tipos de trabajo e ilustraciones con una introducción histórica sobre este invento, que revolucionó el mundo de la cultura y la comunicación.
En la reseña del hecho, El Diario de Huesca (2 marzo 1895) se felicitaba por su publicación. La obra, según se indica en este periódico, “revela en su autor conocimientos del todo perfectos en el arte de la tipografía”. Destaca la obra como novedad en este sector y afirma que será útil “no solo para los aprendices del arte de la imprenta, sino también para muchos de los que lo practican automáticamente y sin los necesarios conocimientos técnicos, y para los aficionados al periodismo, cuyo ejercicio tiene relación constante con las tareas del impresor”.
Que Castanera publicara un libro sobre el arte de la Imprenta no es casualidad porque en su empresa se encontraba buena parte de la historia de esta actividad en Huesca desde el siglo XVII y seguiría hasta entrada la pasada centuria. Mariano Castanera casó en segundas nupcias con la viuda de Larrumbe, heredera de una imprenta existente en Huesca desde 1638, con Juan Francisco de Larrumbe. Desde entonces, los materiales de esta imprenta fueron pasando generación tras generación, hasta llegar a Mariano Castanera, que falleció en noviembre de 1878.
Su viuda e hijos siguieron el trabajo hasta que lo tomó en solitario uno de estos últimos, Gregorio. En 1907 fundó una sociedad, Castanera y Pascual, y en 1910 vendió la imprenta a Faustino Gambón. En 1884, Mariano Castanera Plasencia fundó el diario “La Crónica”. Esta imprenta, además publicó buena parte de los periódicos oscenses entre los siglos XIX y XX. Estos datos son aportados por Gregorio Gota, en su libro «Huesca, apuntes para su historia», y Ricardo del Arco, en sus trabajos sobre la Imprenta en Huesca y sobre la prensa de la ciudad.

La Universidad de/en Huesca

La Universidad de Zaragoza ha renovado sus cargos de responsabilidad. Tras las elecciones, el rector Manuel López ha renovado la confianza de la comunidad educativa y repite en este puesto. El vicerrector de Huesca será José Domingo Dueñas. Los dos conocenperfectamente la realidad del campus oscense y no será preciso dedicar tiempo a su aterrizaje.
Los estudios superiores en Huesca no son simplemente una posibilidad de que los jóvenes oscenses no se vayan fuera para obtener su titulación. Probablemente no tendría sentido porque la demanda no justificaría el despliegue actual. La Universidad de /en Huesca, aparte de su actividad educadora e investigadora, es una empresa importante para la ciudad por el número de personas que trabajan en ella y la actividad económica que genera.
Establecer una carrera o eliminar unos estudios es más que el prestigio del campus para contar con una determinada oferta. Es una forma de desarrollar o no una importante empresa de Huesca.
No sé si en Zaragoza siempre son conscientes de esto, donde la reivindicación oscense se diluye entre la generalidad del campus cesaraugustano, de bastante envergadura por cierto. Y metidos en una línea sólida de trabajo para Huesca, será menester que las posibilidades para los docentes se amplíen al máximo aquí para evitar que esta ciudad suponga un destino temporal en una carrera docente lo más ascendente y dilatada posible. Pienso.

Historia de un tejado sin retejar

Soy un habitante de un pueblo inexistente en un falso valle de una cordillera imposible. Mi abuelo me contó que, a principios del siglo pasado, vinieron unos señores a vernos, explicando que, para poder poner industrias en otro pueblo (que estaba a 400 kilómetros del mío, junto al mar) debían inundar todo el valle. A cambio, nos iban a dar un dinero por las tierras y los campos, pero debíamos marchar a escape.
El caso es que, por esa época, mi abuelo pensaba retejar la casa. Pero, al anunciar que iban a construir un pantano, lo dejó porque no valía la pena gastar tanto dinero para retejar algo que quedaría bajo el agua.Pasaron los años, llegó la guerra de África, la dictadura de Primo de Rivera, la República y la Guerra Civil. Cada cierto tiempo, llegaban esos señores, primero, y luego sus hijos, anunciando el pantano.
Algunos vecinos de mi familia se fueron a la gran ciudad junto al mar. Otros murieron, como mi abuelo. Mi padre, como iban a hacer el pantano, no arregló la casa porque no valía la pena gastar tanto dinero para retejar algo que quedaría bajo el agua.Tras la guerra civil, silencio. Pero de repente, por los periódicos, supimos en los años 60 que iban a construir el pantano. Mi padre había muerto. Sólo quedaba yo en el pueblo. Los demás habían marchado a la ciudad junto al mar.
Cada año, para la primavera, reparaba un poco el tejado, pero no lo arreglaba del todo, por si hacían el pantano. Eran los años 60. Luego, en los 80, los nietos de los primeros señores que llegaron al pueblo, dijeron que el pantano iba a ser más grande todavía. Entonces, dije yo, ya no arreglo nada porque no valía la pena gastar tanto dinero para retejar algo que quedaría bajo el agua.
Pero el caso es que hemos pasado el año 2000 y no han hecho el pantano. Entonces, me pregunto yo: ¿retejo o no mi casa? Porque no valdría la pena gastar tanto dinero si va a quedar bajo el agua. Pero, y ¿si no lo hacen? Tal vez pueda poner una casa de turismo rural y alquilar canoas para hacer rafting. Un momento. Llaman a la puerta. Silencio. Ya vuelvo. Era un biznieto del primer señor que vino al pueblo anunciando el pantano. ¿Qué me ha dicho?


DOS POSIBLES FINALES:

Dice que ahora lo van a hacer y que vendrá la policía a echarme si no me voy. ¿Sabes qué te digo? Que a cascala el martillo y las tejas. Yo no retejo nada nunca más.

Dice que ahora no van a hacer el pantano, pero que me tengo que ir porque van a poner en esta casa un centro de interpretación del medio ambiente, patrocinado por la empresa que iba a construir la presa. Y que no diga nada, porque si no, los de Patrimonio me pueden expedientar por arreglar el tejado con teja árabe y no con pizarra. ¿Sabes qué te digo? Que a cascala el martillo y las tejas. Yo no retejo nada nunca más.

Embalse de Búbal

Mirando al cielo… como hace cien años

Hace cien años que se publicó el «Proyecto de Riegos del Alto Aragón». Era un ambicioso plan para la puesta en riego de 300.000 hectáreas de terreno en Sobrarbe, Somontano y Monegros, en las provincias de Huesca y Zaragoza. Los caudales se iban a obtener de los ríos Gállego (derivados en Ardisa y embalsados en La Sotonera) y Cinca (embalsados en Mediano). Entre ambas piezas de regulación se trazaría el Canal del Cinca y desde el primero de los embalses, el de Monegros.
Estas obras suponían un desafío técnico y humano de gran envergadura. Por ejemplo, la presa del embalse de La Sotonera sería de tierra, con una longitud de cuatro kilómetros. En aquel momento, según se indicaba en esta publicación, «sólo será excedido en tamaño por los antiquísimos que subsisten en la India, y que resultarán de los más altos hasta el presente construidos».
De haberse hecho realidad el proyecto publicado en 1912, «la superficie regable de España habrá aumentado un 25 por ciento». El precio de los canales por hectárea era semejante al de otros proyectos cercanos como Urgel o Aragóny Cataluña. La altura de la zona regable estaría entre los 70 y 440 metros sobre el nivel del mar. La pluviometría de la zona dominable estaba entre los 200 y los 500 milímetros, «en su casi totalidad comprendida dentro de la estepa aragonesa, la más extensa y seca de España». La comarca de los Monegros, añadía esta publicación, «es, seguramente, la menos lluviosa de España».
La distribución del agua permitiría destinar 172.500 hectáreas a cereales de invierno y en una pequeña parte a viñedos y olivares; 60.400 a barbechos para pastos, y las 70.000 restantes a los cultivos permanentes e intensivos. La población de la zona beneficiada, en aquel momento, era de 60.000 personas que, tras la transformación, podrían pasar a 300.000. La publicación detalla obras y consecuencias de la transformación en regadío, incluyendo un mapa con el escenario de la actuación y la zona dominable.
Han pasado cien años de esta publicación. La Ley que desarrollaba el proyecto se aprobó en 1915 y desde entonces se ha legislado abundantemente para hacerlo realidad, matizando poco a poco la envergadura inicial. Pero han pasado cien años y, cuando se ha actuado en menos de la mitad del terreno anunciado, seguimos mirando al cielo, como hemos hechos siempre, hicieron nuestros padres y todos los que aquí vivieron antes. Mucho cielo, pero poca agua… al menos para algunos.