Sagarillo y la pandemia de perder lo que tenemos

Arriba, arco en mayo 2018. Abajo, en octubre 2020

El arco de acceso a la primitiva iglesia de Sagarillo estaba muy deteriorado. La vida al aire libre es muy mala para una piedra como la de esta tierra. Pude fotografiarlo el 15 de mayo de 2018 en una soleada mañana.

La soledad actual había llegado hace unas décadas. Tras un tiempo de uso religioso, el muro de la portada acabó formando parte de otro edificio. Luego, la despoblación. Y ahora, la desaparición.

El arco no está en su sitio. Al ver la foto, Antonio García Omedes, responsable del blog sobre románico aragonés, apunta que, «viendo tu fotografía, creo que hay menos piedras caídas de las que debería de haber… puede haber sido un expolio».

Otra fuente consultada es la del autor del blog sobre despoblados de la provincia. Cristian Laglera: «Verano avanzado… un día recordé que hacía tiempo que no bajaba a Sagarillo y fui desde San Julián. Ese día no llevaba cámara de fotos, pues fue algo improvisado, pero ya lo vi así. Volví para fotografiarlo justo hace 10 o 12 días (octubre). Poco más te puedo decir. La última vez que estuve fue en 2015». 

Hay que reconocer que la visita a Sagarillo está más que justificada aunque no esté el arco, pero es una pena perder estas cosas por no haber prestado atención durante mucho tiempo. Podemos llegar, como hizo Laglera, desde San Julián de Banzo, por un camino que sale junto a un depósito de agua. O también desde Apiés, por el camino que deja el restaurado lavadero a la derecha. Siempre se transita por un camino de tierra. Hay más distancia a Sagarillo desde Apiés.

El 27 de mayo de 2018 publiqué en el Diario del Altoaragón un artículo titulado «Sagarillo: románico, minas y electricidad». Estuve hace poco otra vez y el comienzo podía haber sido el mismo: el río Flumen, junto al que reposan las ruinas de Sagarillo bajaba animado el 15 de mayo, fiesta de San Isidro. En este terreno había espacio para el trabajo agrícola.

La población está documentada en la Edad Media. La «aljama de Sagarillo» aparece en un documento del monasterio de Fanlo fechado en el año 1126, según recoge Ángel Canellas López en su Colección diplomática de San Andrés de Fanlo. A finales del siglo XVIII, tenía tres casas habitadas. Así lo indica Pedro Blecua, en su «Descripción geográfica de la ciudad de Huesca y todo su partido» (1792).

En 1973, el 5 de agosto, José Cardús publicó en Heraldo de Aragón un artículo titulado «Sagarillo, pueblo recién abandonado».  Llegó desde Apiés y vio las ruinas del pueblo. Tras ellas, un tozal en el que este viajero impenitente soñó que estuvo un castillo. Luego, observaba que no hay «ni una casa habitada, y todas, en ruinas, aunque con las puertas cerradas con llave». Comentaba que «en el solar que dejó la iglesia derrumbada he encontrado los cimientos del ábside románico mirando a Oriente». El templo conservaba en esos momentos la espadaña para una campana sobre uno de sus muros.

Ahora, la vegetación impide acercarse a las ruinas de sus escasas viviendas, muy arruinadas. Los árboles han recuperado el espacio que tenían hace siglos y que la comunidad humana que allí se estableció les había quitado. El plan de restitución del embalse de Montearagón contemplaba en su actuación 13 el «acondicionamiento de los restos de Sagarillo».

Entre los pocos restos que conserva actualmente esta aldea se encuentran los de su iglesia. Se sustancian en una de sus paredes que, según explican los hermanos Naval, «habiendo sido el muro norte del recinto, en posterior reconstrucción pasó a ser el muro sur de la nueva edificación levantada con tapial al norte de dicho muro». Esta descripción figura en su Inventario Artístico del partido judicial de Huesca, publicado en 1980. El primer edificio era románico y al mismo pertenece la portada con arquivoltas de desgastadas puntas de diamante que, con la reforma citada, pasó a figurar en el interior del templo. Comparando las imágenes, tiene elementos comunes con la que se conserva en la iglesia de San Julián de Banzo. (Y esta portada de las desgastadas puntas de diamante es la que no está en su sitio)

Canal de abastecimiento a la desaparecida central hidroeléctrica (2018)

Cardús Llanas vio, también, los restos de la central eléctrica que había aguas abajo de Sagarillo junto al Flumen. Ahora, estas ruinas serán la cola del embalse de Montearagón si el embalse alcanza su cota más alta. Una comunidad humana, una central hidroeléctrica, una regulación… Y una mina. Se menciona una «de cobre explotada por Enrique Burgton en 1675 y por Jaime Luzán al menos entre 1676 y 1678 en la localidad oscense de Sagarillo». La cita figura en el libro de Benedicto y Mateos sobre minería aragonesa en los siglos XVI y XVII, publicado en 2013.

Inmaculada Cuchí, en su artículo «Introducción a la minería medieval en el Alto Aragón: las minas de cobre de Santa Eulalia (Huesca)» (1996), habla de estas minas. Describe «tres galerías sin entibar… …, con arranque horizontal de roca viva en arenisca, de metro y medio de ancho por un metro sesenta de altura», iniciadas en una sala amplia excavada en la roca, «seguramente para ir depositando el material que se iba extrayendo de las galerías». Delante de las minas «se localiza una escombrera pequeña de escasa profundidad». No hay indicios de que se trabajara el metal en el entorno de la mina, según indicaba Cuchí en este artículo.

Hay referencias a minas de cobre en Sagarillo durante el siglo XIX y la pasada centuria. El Diario de Huesca, en su edición del 18 de mayo de 1905, menciona el registro de una «mina de cobre y hierro en Barluenga». El día 30 de agosto de 1906, en otro anuncio oficial, cita el registro de una «mina de cobre en Sagarillo (Barluenga)». Mi prudencia en el monte me ha impedido buscar la entrada  a la mina, pero allí está.

El Salto Roldán desde el camino de San Julián de Banzo a Sagarillo (2018)

Sagarillo merece un tranquilo paseo y el Flumen lo agradece con un sonido de vida que animó la de sus pocos habitantes durante varios siglos.

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