Atós Alto, un curioso lugar de la Guarguera

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Ruinas y un pozo resistente en la única calle de Atós Alto

Una vez llegada al Guarga, la autovía A-23 que baja de Monrepós tiene una salida que dirige al valle de este río. Este territorio se conoce como la Guarguera. Nada más empezar, queda a la izquierda una vivienda, Atós Bajo. Junto a ella, sale un camino que pasa bajo un puente de la autovía y que nos lleva al destino de hoy: Atós Alto. Al llegar a una zona acotada para guardar ganado, debemos tomar el camino que sale a la derecha. Enseguida llegaremos a este lugar del Alto Gállego. Se va siempre sobre un camino de tierra sin problema ninguno para el paseo.
A mediados de siglo XIX, cuando Pascual Madoz escribió su Diccionario Geográfico, Atós formaba un municipio junto a Abenilla y Arasilla. La capitalidad solía residir en Abenilla. Madoz recoge nueve casas y dos iglesias entre los tres, contando cada uno con sus fuentes. Producían trigo, mistura y avena, criando ganado lanar y cabrío.
Atós es el más próximo al río Guarga. Tenía dos casas. Según relatan Garcés, Gavín y Satué en artículo sobre arquitectura popular en Serrablo, publicado en la revista Serrablo (1996), ambas viviendas presentaban «puertas adoveladas de medio punto». En una de ellas, Casa Grasa, figuraba una placa con la fecha 1825 y una chimenea troncocónica. También mencionan el «curioso dintel de la masadería (siglo XVII) y los interesantes signos decorativos (corazones, círculos, etc.) en las jambas de otra puerta del patio». Estos y otros autores, como Acín y Castán, aluden al suelo de canto rodado que había en esta casa, «sepultado actualmente por los escombros».

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Ventana cegada en la iglesia de Atós Alto

La iglesia estaba dedicada a la Asunción. Es un inmueble de una nave, planta rectangular y cabecera plana. Según se indica en la página web del patrimonio, http://www.sipca.es, «en el interior restan pinturas murales de factura popular, algo posteriores a la construcción del edificio». Las descripciones de autores que estuvieron aquí hace tiempo son interesantes porque el deterioro de este conjunto impide disfrutar de algunos de esos elementos descritos.

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La cuadra se mantiene en pie con su cubierta de bóveda

La ruina de Atós continúa implacable. Una cuadra de techo abovedado resiste como puede este imparable proceso. Alejado de las viviendas, las vigas que soportaban el suelo de la planta superior del gran pajar  salen casi verticales tras los roídos muros, a modo de costillas de un esqueleto. Como en otros lugares de esta comarca, las repoblaciones que hizo el Patrimonio Forestal del Estado en torno a los años 50 y siguientes del siglo pasado, acabaron con la despoblación de muchos lugares al quedar sin tierras cultivables. Atós Alto está en esta nómina desde uno de sus primeros momentos.
Atós figura en un documento de 1142, según relata Adolfo Castán en su libro sobre los pueblos altoaragoneses (1990). En un documento de la Catedral de Huesca se menciona al «señor Blasco Fortuñones de Atos». Antonio Durán lo incluye en su libro sobre los pueblos y despoblados de Aragón (1984).

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Ruinas del gan pajar próximo a las viviendas

Castán sitúa la construcción de sus viviendas en el siglo XVII. Este siglo se menciona también para la construcción de la iglesia. Los muros parecen querer informar de que hubo dos fases de obras o una iglesia reformada sobre una primera construcción. Me parece.
El trabajo de Castán recoge más fechas en este trabajo: 1633 en la puerta de una vivienda y 1848 en un gran pajar un poco alejado de las casas. Una última para este listado: el pozo es de 1919.
Este lugar tuvo su minuto de gloria en la historia reciente de la zona: «En la Guargera, el primer núcleo al que llegó la luz (de 125 W), fue Atós». Lo que  no sé si se refería al más antiguo (alto) o al más moderno (bajo). Esto fue en torno al final de la segunda década del siglo XX. Como en los núcleos cercanos, los vecinos participaron intensamente en el proyecto, porque «ellos se encargaban de plantar los postes, poner jornales y entre los que su economía se lo permitió, compraron parte del material». Esta información figura en el artículo de José Gracia Pardos sobre el molino de Hostal de Ipiés en el siglo XX, publicado en la revista Serrablo (1996).

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Al fondo, la portada de la vivienda ha perdido las dovelas

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