Bajando del ibón de Basa de la Mora, poco antes de llegar a Saravillo, esta imagen completaba una excursión inolvidable (por diferentes motivos). La tranquilidad de la vacas, el ternero mamando mientras la madre vigilaba al turista, por si acaso, el paisaje… Todo acompañaba. Luego, al final, al subir al coche en Saravillo, nos despidieron sonidos de bailes tradicionales que aprendía la infancia de la población en una tranquila tarde del mes de junio. ¿Que más se puede pedir?