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En 1985, el termómetro bajó en Huesca a los -13 grados tras una fuerte nevada en la víspera de Reyes

Foto de portada del 6 enero 1985 en Nueva España

El 5 enero 1985 cayó una espectacular nevada en toda la provincia de Huesca. El paso siguiente del temporal se produjo un día después. En la noche siguiente, el termómetro marcó casi 13 grados bajo cero en el observatorio de la Escuela de Vuelo sin motor de Monflorite.

En situaciones como la actual, según la edad que tengas, surjen recuerdos y comparaciones. En aquella ocasión el temómetro tardó 15 días en superar los 0 grados, si no me falla la memoria. Supongo que la foto de portada, que entonces no se firmaban, sería de Víctor Ibáñez.

Cuando en Huesca abundaba la viña

La viña y la elaboración del vino estuvieron ligados al paisaje de Huesca durante mucho tiempo. Por ejemplo, en el último cuarto del siglo XIX y los primeros años del XX hubo una amplia colonia de comerciantes franceses de vino. Incluso había un agente consular. El tren tenía en el vino una de sus mercancías más abundantes, sobre todo en dirección a Francia, a Burdeos en concreto. Esta fotografía, publicada en 1898, así lo confirma. Esa amplia zona de viñedo que hay en primer plano en la vista panorámica de Huesca es algo que ahora no vemos.

Se publicó en el segundo volumen de «Panorama Nacional». Firmaba «Requena, fotógrafo; Toledo». Hay otra firma en la misma imagen que no he sabido descifrar. «Panorama Nacional» es una colección de láminas que reproducen fotografías de toda la geografía española en el momento de su publicación. Son edificios monumentales, civiles y religiosos; panorámica de ciudades; escenas de la vida cotidiana; pinturas y esculturas. Se agruparon en dos tomos, uno editado en 1896 y otro en 1898. El editor fue Hermegildo Miralles. Se imprimió en Barcelona. Se publicaron cuatro fotografías del Alto Aragón: dos de Huesca, una de Sallent y otra del balneario de Paticosa.

La falleba, la piedra y la puerta que todo lo soporta

La madera de la hoja de una ventana presenta una preocupante inclinación y un giro parcial que le asegura poco futuro. Por un lado, la fallleba que siempre le ha permitido cerrar bien la habitación, le mantiene recta en esa preocupante inclinación. Al otro lado, un sillar -o más de uno- de buen tamaño, con su peso, provoca un giro extraño. Así,  la madera ni cae por esta fuerza, ni recupera la verticalidad de antaño.

Es como nosotros. Tenemos presiones en los extremos y a duras penas podemos mantener nuestro estado habitual. Esos extremos no han cambiado. La falleba sigue sin doblarse y el sillar apenas está descarnado. Todo el sufrimiento lo soporta la madera. Como en nuestra sociedad, donde la mayoría somos los del giro inverosímil, presionados desde un lado y otro. Me parece.

Medio siglo del primer hundimiento de un polideportivo en Huesca

Nueva España, 6 noviembre 1970, página 2

Hoy, hace 50 años, se desplomó la estructura de hormigón que iba a dar forma al pabellón polideportivo que se construía junto al parque «Miguel Servet», en el centro de Huesca. Como suele pasar en estos casos, he localizado la noticia en el diario local Nueva España buscando otra. Y ya que la había encontrado, he repasado el ejemplar del diario oscense correspondiente al 6 de noviembre de 1970.

No había foto del suceso ni referencia escrita en la portada. En la página 2, información local, a dos de las siete columnas que componían el periódico, se informaba del hecho. Había caído, no había víctimas y enseguida llegaron al lugar las autoridades. Todas sin excepción, a juzgar por el listado. Poco más. Al día siguiente, la cosa iba ya por las gestiones de la fiscalía.

Sagarillo y la pandemia de perder lo que tenemos

Arriba, arco en mayo 2018. Abajo, en octubre 2020

El arco de acceso a la primitiva iglesia de Sagarillo estaba muy deteriorado. La vida al aire libre es muy mala para una piedra como la de esta tierra. Pude fotografiarlo el 15 de mayo de 2018 en una soleada mañana.

La soledad actual había llegado hace unas décadas. Tras un tiempo de uso religioso, el muro de la portada acabó formando parte de otro edificio. Luego, la despoblación. Y ahora, la desaparición.

El arco no está en su sitio. Al ver la foto, Antonio García Omedes, responsable del blog sobre románico aragonés, apunta que, «viendo tu fotografía, creo que hay menos piedras caídas de las que debería de haber… puede haber sido un expolio».

Otra fuente consultada es la del autor del blog sobre despoblados de la provincia. Cristian Laglera: «Verano avanzado… un día recordé que hacía tiempo que no bajaba a Sagarillo y fui desde San Julián. Ese día no llevaba cámara de fotos, pues fue algo improvisado, pero ya lo vi así. Volví para fotografiarlo justo hace 10 o 12 días (octubre). Poco más te puedo decir. La última vez que estuve fue en 2015». 

Hay que reconocer que la visita a Sagarillo está más que justificada aunque no esté el arco, pero es una pena perder estas cosas por no haber prestado atención durante mucho tiempo. Podemos llegar, como hizo Laglera, desde San Julián de Banzo, por un camino que sale junto a un depósito de agua. O también desde Apiés, por el camino que deja el restaurado lavadero a la derecha. Siempre se transita por un camino de tierra. Hay más distancia a Sagarillo desde Apiés.

El 27 de mayo de 2018 publiqué en el Diario del Altoaragón un artículo titulado «Sagarillo: románico, minas y electricidad». Estuve hace poco otra vez y el comienzo podía haber sido el mismo: el río Flumen, junto al que reposan las ruinas de Sagarillo bajaba animado el 15 de mayo, fiesta de San Isidro. En este terreno había espacio para el trabajo agrícola.

La población está documentada en la Edad Media. La «aljama de Sagarillo» aparece en un documento del monasterio de Fanlo fechado en el año 1126, según recoge Ángel Canellas López en su Colección diplomática de San Andrés de Fanlo. A finales del siglo XVIII, tenía tres casas habitadas. Así lo indica Pedro Blecua, en su «Descripción geográfica de la ciudad de Huesca y todo su partido» (1792).

En 1973, el 5 de agosto, José Cardús publicó en Heraldo de Aragón un artículo titulado «Sagarillo, pueblo recién abandonado».  Llegó desde Apiés y vio las ruinas del pueblo. Tras ellas, un tozal en el que este viajero impenitente soñó que estuvo un castillo. Luego, observaba que no hay «ni una casa habitada, y todas, en ruinas, aunque con las puertas cerradas con llave». Comentaba que «en el solar que dejó la iglesia derrumbada he encontrado los cimientos del ábside románico mirando a Oriente». El templo conservaba en esos momentos la espadaña para una campana sobre uno de sus muros.

Ahora, la vegetación impide acercarse a las ruinas de sus escasas viviendas, muy arruinadas. Los árboles han recuperado el espacio que tenían hace siglos y que la comunidad humana que allí se estableció les había quitado. El plan de restitución del embalse de Montearagón contemplaba en su actuación 13 el «acondicionamiento de los restos de Sagarillo».

Entre los pocos restos que conserva actualmente esta aldea se encuentran los de su iglesia. Se sustancian en una de sus paredes que, según explican los hermanos Naval, «habiendo sido el muro norte del recinto, en posterior reconstrucción pasó a ser el muro sur de la nueva edificación levantada con tapial al norte de dicho muro». Esta descripción figura en su Inventario Artístico del partido judicial de Huesca, publicado en 1980. El primer edificio era románico y al mismo pertenece la portada con arquivoltas de desgastadas puntas de diamante que, con la reforma citada, pasó a figurar en el interior del templo. Comparando las imágenes, tiene elementos comunes con la que se conserva en la iglesia de San Julián de Banzo. (Y esta portada de las desgastadas puntas de diamante es la que no está en su sitio)

Canal de abastecimiento a la desaparecida central hidroeléctrica (2018)

Cardús Llanas vio, también, los restos de la central eléctrica que había aguas abajo de Sagarillo junto al Flumen. Ahora, estas ruinas serán la cola del embalse de Montearagón si el embalse alcanza su cota más alta. Una comunidad humana, una central hidroeléctrica, una regulación… Y una mina. Se menciona una «de cobre explotada por Enrique Burgton en 1675 y por Jaime Luzán al menos entre 1676 y 1678 en la localidad oscense de Sagarillo». La cita figura en el libro de Benedicto y Mateos sobre minería aragonesa en los siglos XVI y XVII, publicado en 2013.

Inmaculada Cuchí, en su artículo «Introducción a la minería medieval en el Alto Aragón: las minas de cobre de Santa Eulalia (Huesca)» (1996), habla de estas minas. Describe «tres galerías sin entibar… …, con arranque horizontal de roca viva en arenisca, de metro y medio de ancho por un metro sesenta de altura», iniciadas en una sala amplia excavada en la roca, «seguramente para ir depositando el material que se iba extrayendo de las galerías». Delante de las minas «se localiza una escombrera pequeña de escasa profundidad». No hay indicios de que se trabajara el metal en el entorno de la mina, según indicaba Cuchí en este artículo.

Hay referencias a minas de cobre en Sagarillo durante el siglo XIX y la pasada centuria. El Diario de Huesca, en su edición del 18 de mayo de 1905, menciona el registro de una «mina de cobre y hierro en Barluenga». El día 30 de agosto de 1906, en otro anuncio oficial, cita el registro de una «mina de cobre en Sagarillo (Barluenga)». Mi prudencia en el monte me ha impedido buscar la entrada  a la mina, pero allí está.

El Salto Roldán desde el camino de San Julián de Banzo a Sagarillo (2018)

Sagarillo merece un tranquilo paseo y el Flumen lo agradece con un sonido de vida que animó la de sus pocos habitantes durante varios siglos.

De Torla a la pradera de Ordesa por Turieto

La distancia que hay entre Torla y la pradera de Ordesa se salva por la carretera que enlaza ambos parajes. Aunque también se puede hacer andando por un viejo camino: Turieto.

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Puente de la Glera. Junto a la nueva obra, a la izquierda, se ve el arranque de la antigua

Dejas el coche en el aparcamiento que hay al llegar a Torla. Vas caminando por la acera derecha de la carretera, dejando a la izquierda el túnel bajo el pueblo y enseguida encuentras la señal que te dirige por una senda hacia el río Ara. Pasas sobre el puente de la Glera y sigues por una pista, hasta llegar a un desvío señalizado, que te introduce en una senda. Comienzas a ganar altura.

El bosque no es el encantado, pero casi

Caminas por la margen izquierda del río, dejando la derecha para la carretera, desde la que te llegan sonidos de motores, con mayor o menos insistencia, según la estación del año. El paseo es entretenido y vas haciendo el trayecto sin darte cuenta. En el buen tiempo ayuda el circular por un bosque que te protege del sol.

Cambias de dirección al llegar al puente de los Navarros, al que podrías ir si tomas el correspondiente desvío señalizado. Lo dejamos para otro día. El objetivo de hoy es llegar a la pradera por Turieto. Es el camino que, antes de existir la carretera, se utilizaba para subir de Torla a la pradera de Ordesa.

Las cascadas del Arazas te entretendrán un buen rato

Vamos ganando altura dejando abajo el cauce del Arazas. Luego, volvemos a encontrarnos con sus cantarinas aguas. Disfrutamos de varias cascadas que, en el verano de 2020, bajaban bien cargadas del líquido elemento.

Monumento a Lucien Briet, el pirineista por excelencia

El monumento a Lucien Briet es la última referencia que necesitas para ver que ya vas completando el recorrido. Luego, puedes pasar el puente y terminar en la pradera. O seguir por el camino que continua en la margen izquierda, hasta las cascadas. Nada, tres cuarto de hora de camino ascendente y otros tantos para acabar en el citado espacio habitual de descanso. En verano, puedes bajar con el autobús si consideras que ya has cumplido con tu ardor senderista por este día. En esta ocasión no me pareció mala idea.

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El paisaje espectacular de Ordesa te acompaña todo el camino

Aguas Tuertas, el tranquilo discurrir del Aragón Subordán

Aguas Tuertas, en la Jacetania más noroccidental y dentro del municipio de Ansó, es un lugae con un sugerente paisaje que tiene todo lo que nos permite disfrutar de nuestra tierra. Además formaremos parte de una de esas romerías cívicas que se organizan improvisadas por el Pirineo en verano. Este año han tenido la  novedad de la mascarilla y la distancia.

Para conocer este paraje viajamos hasta Echo por la carretera A-176 desde Puente la Reina de Jaca. Desde aquí, seguiremos hasta Siresa, Boca del Infierno, Oza y la Mina. Podemos dejar aquí el coche y tomar el GR-11 que viene de Acherito y se dirige a nuestro destino de hoy por la margen derecha del río Aragón Subordán. También es posible seguir en coche, tras tomar el desvío señalizado a la derecha, para circular por una pista hasta un espacio de aparcamiento. Apostamos por esta segunda posibilidad. Cabe recordar que de los dólmenes visitables en este recorrido hay más junto al GR, en la otra margen del Subordán. Así lo indica la cartografía. No le vaya a pasar como a uno que conozco que se quedó sin verlos por ir más rato en coche. No se le está mal.

Pista de acceso

Una vez en modo andante, seguimos en la pista por la que hemos llegado. Ganamos altura poco a poco, viendo cada vez más lejos el río y disfrutando de un bonito paisaje. Así seguimos hasta tomar a un sendero que sale a la izquierda, señalizado, por el que superamos un collado y ya hemos llegado. Es un tramo empinado, pero breve.

Caballos, vacas, el río serpenteando por el amplio espacio que le dejó el glaciar… senderistas varios, no falta nada. Estamos en Aguas Tuertas. Los meandros que ha tajado el Subordán en su lento avanzar componen su imagen más icónica (como se dice ahora).

El paisaje no defrauda en ingún momento

Hay gente que no pasa de este punto elevado respecto al río. Recorrer este valle un rato supone un atractivo más antes de parar en una roca plana que te sirva de improvisado merendero. Compartirás el tiempo del almuerzo con vacas y caballos, que seguirán a lo suyo, tras una breve mirada. Más turistas.

Caballos y vacas a la hora del almuerzo y el descanso

El sector más senderista seguirá camino por Aguas Tuertas para llegar hasta el ibón de Estanés. Es una excursión, por lo visto, muy clásica. Pero si se pertenece al sector senderista básico, Aguas Tuertas cubrirá las expectativas de una excursión de media jornada.

El amigo que no vio los dólmenes quiere volver para inmortalizarlos con sus fotos y, quien sabe, subir hasta el ibón de Estanés. Me parece.

Hemos vuelto al aparcamiento

Una agradable sorpresa en la Canal de Izas (Canfranc)

Cascada de las Negras o las Divinas

Soñar con un paisaje lejano o disfrutar de una espectacular cascada; una buena caminata y unas apacibles vacas junto al camino; el sonido del agua o un ave sobre el azul del cielo… mimbres para una excursión desde Canfranc estación a la cascada de las Negras o las Divinas, en la canal de Izas.

Salimos de Canfranc estación en dirección a Francia y tomamos el desvío a la derecha que hay tras el que lleva a los silos de cereales. Tomamos una pista en sentido ascendente que nos dejará en el Fuerte del Col de Ladrones. Es un camino de tierra, utilizable por cualquier vehículo con prudencia y en tiempo seco. Al lado del edificio militar hay un amplio aparcamiento. Hay señales que indican el camino a tomar. Comenzamos.

El paseo, en principio, discurre por una pista que pronto se deja para tomar una senda a la derecha, que nos dirige al coll de Izas. Caminamos ahora por el GR-11, por terreno boscoso en principio. Acaba la masa forestal y la subida se hace pronunciada en un tramo,  con  abundante piedra suelta. Este paraje se conoce como la Cantalera. En algún momento, si no eres senderista de nivel, puedes preguntarte ¿qué hago yo aquí? No pasa nada. El final compensa.

Hemos dejado, abajo, a nuestra izquierda, la presa de un embalse. Hemos mirado hacia atrás para ver cuánto hemos subido, vemos una vegetación interesante, algo de fauna autóctona y, tras una hora, nos damos cuenta que hemos empezado a llanear. Mira.

Los sendeistas pasan prudentes junto al ganado, para no molestar

Estamos en la Canal de Izas, tal vez un espacio menos conocido que algunos de sus vecinos, pero muy atractivo para cualquier excursionista. En verano, llegaremos a compartir paseo con algunas vacas que disfrutan del pasto natural. Tendremos hasta un momento de ensoñación. A poco de empezar a circular por la canal, a lo lejos, a la derecha según subimos… un castillo medieval, templario, una construcción relacionada con la guerra de la galaxias (cuando empecé a ver esta saga no se decía star wars). Pues, no. Es el Campanil de Izas, una curiosa formación rocosa que, desde lejos, puede ser lo que queramos. Volvemos al sendero.

A lo lejos, el campanil de Izas nos despierta la imaginación

El sonido del agua nos develve a la realidad. Empezamos a ver nuestro destino de hoy. Lo primero es la parte superior de la cascada de las Negras o las Divinas. Espectacular. La subida por la Cantalera queda olvidada (solo se recordará a la hora de bajar, pero ya se conoce y no es lo mismo).

Hay que llegar a alguno de los espacios de roca que hay junto al cauce, al pie de la cascada, para respetar la distancia social, y almorzar, claro. Es importante también. Si después de reponer fuerzas queremos seguir, podemos terminar en el ibón de Iserías… o en Formigal. Pero esto lo dejamos para el sector senderista más intenso. Hay quien tiene suficiente con la cascada y el entorno.

Vistas a la hora del almuerzo

Un paseo del puente de Torrijos a la plaza de la Constitución de Bergosa

Bergosa es un despoblado del municipio de Jaca que merece una visita. El paisaje que se disfruta desde su caserío justifica la subida. El paseo comienza en el puente viejo de Torrijos, a la salida de Jaca en dirección a Castiello. Estamos en la N-330. Esta obra, del siglo XIX, salva el cauce del río Aragón. En el pretil del puente se lee «1876».

Dejamos el coche y comenzamos a buscar las señales. Pasamos sobre el canal que lleva agua a Jaca y sobre la vía del ferrocarril a Canfranc en los primeros compases del recorrido. Luego subimos.

Jaca queda abajo y Oroel vigila, como siempre

El sendero va ganando altura y las vistas del entorno entretienen al paseante. Pinos, quejigos, boj… pasamos por algún tramo empedrado del viejo camino que de Bergosa bajaba al valle y, en media hora más o menos, divisamos ya, a lo lejos, los primeros muros de nuestro destino de hoy.

Esta localidad, como otras del espacio pirenaico, ha sido marco para acciones de recuperación tras décadas de olvido. Las vemos nada más llegar. El fraginal es una de ellas. Más arriba hay otras obras realizadas.

El fraginal disfruta de un espectacular telón de fondo

Pequeñas ventanas se asoman al camino de acceso, con sus muros laterales para delimitar el espacio. Una última cuesta y hemos llegado. Una bandera de España nos recibirá en la cercana era. Abajo queda Castiello de Jaca.

Una vez aquí, podemos comenzar el paseo por lo que queda de Bergosa o acercarnos a la fuente. Está muy cerca. Fuente, lavadero y abrevadero, los tres elementos que dan forma a este conjunto hidráulico, básico en la vida de las gentes de un pueblo antaño. Unos carteles, con textos de María Victoria Trigo Bello, informan al visitante. Al fondo, Collarada

Fuente y abrevadero. A su izquierda queda el lavadero

Está la fuente para beber los vecinos, el abrevadero para el ganado y el lavadero donde poner en condiciones la ropa. O lugar para una charradeta, una mirada que busca respuesta o un requiebro si la cosa pasa de capítulo. Podemos dejar volar la imaginación, mientras tomamos un bocadillo. Luego seguimos el paseo.

En una casa, todas tienen su nombre, llamará la atención la puerta. En otra, querremos ver ese balcón que aumentó la habitabilidad de una habitación, al tener más sol y ventilación. Si te asomas por otro rincón verás el horno. Subimos y bajamos, entre piedras que han caído de los muros a la calle. En algún momento, el paseante más prudente dará media vuelta. Por si acaso.

¿Qué es lo último que salió de este horno?

Ampliaciones para ganar alguna habitación o un almacén en la falsa. Huellas de una vida de varias centurias, muchas veces evaporadas en un momento en que primó lo intenso frente a lo extenso. Había que producir mucho donde fuera más rentable. Y allá abajo, donde la tierra es más llana, hubo que buscar una nueva vida. Ahora diríamos que se buscaba una nueva normalidad. No nos vayamos todavía de Bergosa.

La iglesia parroquial, de dedicada a San Saturnino, es un edificio románico, con reformas posteriores, que a duras penas mantiene cubierto su ábside, tras caer al suelo la cubierta de su nave. Unos cipreses hacen guardia permanente junto a sus muros. Cruces y figuras religiosas sobre su altar permiten comprobar que Bergosa no es un lugar abandonado.

Torre y ábside la parroquial

Restos de pintura en los muros, hubo coro… y hay baldosa hidráulica al pie del altar. Algunas familias financiarían las capillas que rompieron los muros primitivos y ampliaron el espacio del templo. Un muro guarda cegada na ventana de la primitiva construcción. Volvemos a la calle.

Fuera, grabado en el muro, una última sorpresa: «Plaza de la Constitución». El sillar casi queda pequeño para albergar este largo nombre. En Bergosa, en un momento determinado, una comunidad decidió recordar un texto constitucional dedicándole un espacio público. Ahora miraríamos a ver de qué año era para restaurar la leyenda o borrarla.

Volvemos. El bosque, las vías y el canal marcan las etapas. En el puente de Torrijos, mientras unos franceses buscan cómo bajar al Aragón para refrescarse (estamos en julio) acaba el paseo. Bergosa durará más tiempo en la memoria. Y su plaza, también.

Castiello de Jaca, la carretera y el ferrocarril